viernes, 28 de junio de 2013


La "cruda realidad" que esconde el boom de 0km y por qué los argentinos no deberían festejar

         
El Gobierno celebra y el impresionante nivel de patentamientos le da aires renovados al "relato" oficial. Pero, lejos de ser un síntoma de bonanza económica, deja al descubierto las distorsiones de los precios relativos y la magnitud del atraso cambiario. Cifras para la polémica
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Las patentes que comienzan con la letra "M" se empiezan a terminar, al tiempo que los teléfonos de las concesionarias arden y los pedidos a las terminales automotrices se aceleran.
El interminable boom de compra de autos cero kilómetro -que le da la espalda al enfriamiento del consumo que afecta a otros sectores- es la excepción que sirve como bálsamo para los funcionarios K y que para muchos hombres de negocios alienta la esperanza de que, pese a todo, el 2013 no sea un año perdido.
La divulgación de las cifras de mayo -un récord histórico mensual de 89.644 vehículos vendidos, lo que implica 17% más que en el mismo mes del año pasado- parecían desmentir los sombríos pronósticos que la mayoría de los economistas venían realizando.
En lo que va del año, la suba de autos vendidos en el mercado interno llega al 8%. Y el presidente de la Asociación de Concesionarios, Abel Bomrad, cree que esta tónica se mantendrá en los próximos meses, lo cual llevaría a que 2013 pudiera hasta quebrar la marca récord de 858.000 vehículos alcanzada en 2011.
De manera que, una vez más el auto, ese gran emblema del boom consumista vivido durante la década kirchnerista, se transforma en la estrella de la economía y viene en rescate del magullado "relato".
Bomrad atribuye esta situación "al crecimiento del PBI" y prevé que "mientras la economía siga creciendo se va a continuar en estos niveles".
Sin embargo, el análisis merece mayor profundidad, porque mientras en las concesionarias festejan, en el resto de los mostradores lloran. Los autos no son la norma, sino la excepción.

Extraño boom en una economía fría
El argumento de Bomrad choca con lo que ocurre en los demás rubros de consumo.

Como da cuenta la encuesta de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), que en mayo volvió a registrar una fuerte caída de las ventas en términos reales -7,1% de nivel promedio - con bajas de casi 10% en rubros de vestimenta, calzado, mobiliario y bazar.
Es el cuarto mes consecutivo de descenso. Y Osvaldo Cornide, titular de CAME, está convencido de que el gran elemento determinante en este enfriamiento del mercado fue el alejamiento del dólar blue.
"Esto se sintió, sobre todo, en los comercios orientados al consumo de clase media, donde por momentos la venta parecía detenida", señala el empresario, quien se manifiesta esperanzado con que un regreso de la calma en el panorama cambiario pueda empujar las ventas en los meses venideros.
No obstante, reconoce también un problema de caída real de los ingresos familiares, lo cual se manifiesta en el hecho de que "hubo muchas compras con tarjeta, aunque los comercios detectaron más rechazos por exceso de límites o falta de pago que en los meses previos".
Eduardo Levy Yeyati, director de la consultora Elypsis, destaca que el pobre dinamismo ocurrió a pesar de la visible desaceleración de la inflación en los supermercados.
Y atribuye esta situación a "un mercado laboral débil y expectativas sobre la evolución de la economía que alcanzaron en mayo sus peores niveles históricos".
Confirmando esa apreciación, la encuesta que realiza mensualmente la Universidad Católica para conocer la confianza de la población sobre el devenir del país revela que un 40% de las personas consultadas considera que es un mal momento como para avanzar en la compra de bienes durables.
La cifra es elocuente cuando se la compara con la encuesta de noviembre de 2011, cuando Cristina Kirchner acababa de ser reelecta: en aquel momento el consumo volaba, y apenas dos de cada diez respondían que no era una buena etapa para adquirir autos o electrodomésticos.

Es en este contexto que muchos analistas proclaman el fin del "consumo defensivo" por el cual los argentinos -al percibir una inflación creciente- transformaban sus ingresos en bienes.
Es claro que ese tipo de compras no significaba un síntoma de confianza en la economía, sino que muchas veces podía implicar exactamente lo opuesto: se adelantaban decisiones ante el temor de que luego pudiera "ocurrir algo" que no permitiera hacerse de esos bienes.
Pero incluso eso se agotó.
"Se presumía que el exceso de moneda local, al no poder canalizarse al dólar oficial, no tendría otra alternativa que fogonear el consumo. Sin embargo, quedó demostrado que las restricciones cambiarias no hicieron otra cosa que impulsar al blue", remarca el economista Federico Muñoz.

El reino de la distorsión
Si todo apunta en contra del consumo -incluso del que es inspirado por el miedo-, ¿cómo se explica entonces la situación excepcional de los autos cero kilómetro?

Para algunos es difícil entender el tema, porque consideran que esta fiebre de compras contradice la tónica general de la economía.
Sin embargo, hay una forma alternativa de verlo: la aparente bonanza automotriz no contradice los problemas de la economía sino que, por el contrario, pueden ser su demostración más contundente.
El concepto que hay que entender es lo que en la jerga de los economistas se llama "cambios de precios relativos".
Significa que un producto puede, temporariamente -como consecuencia de una situación excepcional o de una distorsión provocada por el Gobierno-, cotizar menos de lo que históricamente ha sido su precio respecto de los otros productos.
El público percibe que ese abaratamiento no será permanente sino que obedece a un desajuste que, tarde o temprano, será corregido.
Entonces, muchos argentinos adelantan compras, con el espíritu de quien participa en una "temporada de liquidación" de saldo con grandes descuentos.
Esto es, ni más ni menos, lo que está ocurriendo con los autos: la gente percibe que están baratos y sospecha que no lo estarán por mucho tiempo más.
"Los argentinos tenemos nuestra riqueza en dólares. Cuando sube el blue, tenemos más pesos. Pero los precios de los autos (y de otras cosas) dependen más del dólar oficial y de los costos internos (como salarios), que del billete informal. Por lo tanto, el alza del paralelo incrementa el poder de compra interno de los tenedores de dólares", argumenta Lucas Llach, economista de la Universidad Di Tella.
En la misma línea, el consultor Salvador Di Stefano, desde hace varios meses está señalando que la adquisición de autos es algo que "recomendamos enfáticamente".
También con el dólar blue como referencia, destaca: "Pocas veces vimos modelos de 0km kilometro que valgan menos de u$s10.000 o autos importados de gran nivel que están por debajo de u$s25.000, sinceramente insólito".

Argentina, paraíso automotor
Para comprobar qué tan fuerte es el abaratamiento relativo de los vehículos, iProfesional consideró los precios desde 2010 hasta la actualidad, tomando como referente al Volkswagen Gol, el modelo más vendido del mercado argentino.

Los resultados son impresionantes: cuando se lo compara con la evolución del salario -el ingreso neto medido por el Indec para los trabajadores del sector privado- se llega a la conclusión de que mientras hace tres años se necesitaban 12,6 sueldos para adquirir el Gol Power de cinco puertas, ahora solamente se requieren de 8,9 salarios.
Un abaratamiento de 30% en términos de sueldos, en apenas tres años, es algo que ocurre muy pocas veces, por más fuerte que sea el proceso de aumento real de los ingresos.
Pero más claro aun resulta el tema cuando se considera el valor de los autos medidos en dólares al tipo de cambio "blue".
  • En 2010, época pre-cepo, el mismo Gol costaba u$s11.848.
  • En 2012, con brecha cambiaria en ascenso, se redujo a u$s9587.
  • Hoy día, con un blue de $8,50, la cifra cayó a u$s8.016.
En otras palabras, para quienes disponen de dólares ahorrados, este auto se abarató 38% respecto de su precio de hace dos años y un 17% en relación con el período pasado.
Esta situación se ha hecho evidente en otro segmento: el de los autos importados. Junto con el turismo, son quienes más se benefician con el atraso del tipo de cambio oficial.
Ante los ojos de los particulares, los 0km traídos del exterior aparecen como insólitamente baratos.
Es así que, mientras las ventas generales de autos nuevos han subido un promedio de 8% en lo que va del año, respecto de igual período de 2012, cuando se consideran sólo los números de los vehículos de lujo los números son muy distintos.
Tomando en cuenta sólo marcas como Audi, Mercedes Benz, BMW, Porsche, Smart y otros de alta cotización, las ventas en 2013 aumentaron un impresionante 44%.

La cruel contracara del boom
Esta situación está generando polémica política, en el sentido de a quién beneficia realmente la actual situación cambiaria que, según el Gobierno, tiene el cometido de preservar puestos de empleo y de que no haya transferencias de precios a favor de los "grupos concentrados".

En principio, los números y el tipo de consumo no dan la sensación de que se genere una redistribución del ingreso precisamente a favor de los sectores de bajos recursos.
Pero aun suponiendo que el boom automotor quisiera se presentado como una buena noticia, hay que considerar que tiene costos ocultos.
Es que la contracara más cruel de este abaratamiento de los autos es la cada vez mayor dificultad de los asalariados para tener acceso a la vivienda propia.
Dado que los precios de las unidades tienden a mantenerse estables en dólares, el efecto de la brecha cambiaria ha sido nocivo para aquellos que sólo tienen pesos para ofrecer.
El siguiente gráfico expresa cuántos sueldos promedio se requieren para comprar un metro cuadrado de un departamento de tres ambientes en Buenos Aires.
La conclusión es alarmante: hoy se necesitaría un aumento salarial del 40% para poder comprar la misma cantidad de metros cuadrados que hace dos años.
Propiedades que suben, autos que bajan. La consecuencia es obvia: quien tenga cierta capacidad de ahorro pero no le alcance para comprar una vivienda, sentirá un fuerte incentivo para adquirir un vehículo.
Es que, con el mismo valor con el que se compra un metro cuadrado, cada vez se puede obtener una porción más grande de un 0Km.
Volviendo al ejemplo del Volkswagen Gol:
  • Hace dos años, con el precio de ese vehículo se compraban 7,7 metros cuadrados.
  • En 2012, esa relación había caído a 5,2 metros.
  • Hoy día, llega a apenas 4,3 metros por auto.
Dicho de otra forma, con el valor del mismo departamento, hoy se puede comprar un 76% "más de autos Gol" que hace dos años y un 21% más que el año pasado.
Esta es, pues, la cruda realidad que va por detrás del boom automotor argentino: más que representar una economía pujante, es el síntoma de las distorsiones ocurridas en el mercado cambiario y de las escasas posibilidades de canalizar ahorros para quienes tienen sus ingresos en pesos.
En la mayoría de los países, esta situación no sería motivo de festejo sino de preocupación.
Pero la Argentina siempre se rige con criterios alejados de la mayoría, como lo ilustra con elocuencia una frase de Roberto Feletti, diputado y ex viceministro de Economía, para justificar las restricciones cambiarias.
"El Gobierno, entre ajustar el consumo o priorizar el ahorro, decidió priorizar el consumo -dijo Feletti-. Por eso, decidió restringir la tasa de ahorro en dólares. Dijimos: ‘Vuelquen el ahorro a pesos o a consumir'".


"Subsidio" entre privados y la paradoja de cómo los sojeros financian a quienes compran autos importados

        
Unos festejan, otros se quejan. Están los que dicen que el actual valor del dólar oficial les viene al pelo, y también quienes se sienten víctimas del atraso cambiario. Así se presenta la Argentina de hoy, con "ganadores y perdedores", según el precio del billete verde al que logran acceder

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Carlos es un chacarero de toda la vida. Como hijo y nieto de productores rurales, está acostumbrado a mirar al cielo cada mañana, rogando por un clima benigno que beneficie a su cosecha de soja. Vive en la localidad bonaerense de Coronel Suárez, a 550 kilómetros de Capital, donde todos los años cultiva el mismo campo de 100 hectáreas que alquila. 
Gustavo es un economista, especializado en finanzas. Desde hace cuatro años, este profesional de clase media alta trabaja en un banco de primera línea, donde se desempeña como director de banca individual. Cada mañana, camino a su oficina, en plena city porteña, siempre se detiene en una gran vidriera, donde se exhibe un atractivo BMW Serie 1. Está pensando en cambiar el auto y está convencido de que este es el momento ideal para hacerlo.
A estas dos personas, varias son las cosas que las separan: el lugar donde viven, el tipo de trabajo que realizan diariamente y sus aspiraciones.
Pero en este juego de las diferencias, hay un punto fundamental: mientras que el primero se queja por el tipo de cambio actual y lo que recibe por cada tonelada de soja que vende en el mercado interno, el segundo festeja porque la cotización fijada por el Banco Central le permite acceder a un bien dolarizado, a un valor muy por debajo del blue, y encima en cómodas cuotas. 
El malestar de uno frente a la satisfacción del otro está relacionado por un factor en común: el atraso cambiario, es decir, la política oficial que primó durante los últimos años y que se caracterizó por hacer correr el tipo de cambio oficial a un ritmo menor que la inflación.
Y este atraso es el que, en definitiva, está generando una suerte de "subsidio" que premia a quienes acceden a bienes dolarizados y cuya conversión se realiza al cambio oficial -como los autos- a la vez que castiga a quienes venden un producto valuado en billetes verdes pero, a cambio, están obligados a recibir pesos, como los sojeros que, además, suman otro punto en contra: deben resignar un 35% de sus ingresos para el pago de retenciones.
En definitiva, la actual política cambiaria lleva a que, por un lado, el Gobierno -sin buscarlo- "premie" a quienes aspiran a subirse a un auto importado, pero al costo de perjudicar al campo con un valor del dólar retrasado a lo que se suma una fuerte presión tributaria.

El "precio" del subsidio
Estas diferentes realidades que atraviesan consumidores por un lado y productores sojeros por otro, marcan el puso del debate sobre cuál debería ser el tipo de cambio de "equilibrio", es decir, aquél que permita recuperar parte de la competitividad perdida y elimine algunas de las distorsiones actuales de la economía.

Al respecto, desde consultoras como el Estudio Bein, así como también desde algunas entidades rurales, pregonan que, hoy por hoy, ese nivel estaría en los $6,50 por billete verde, es decir, una cotización un 21% por encima del nivel actual. 
Así las cosas, cuando Gustavo finalmente se dé el gusto de subirse a su BMW Serie 1, cuyo valor promedio en dólares es de u$s50.000, hoy estará pagando el equivalente a $267.000.
Pero, si el tipo de cambio hoy estuviese en ese "nivel de equilibrio" que señalan numerosos expertos, este profesional que trabaja en la city porteña debería desembolsar en realidad unos $325.000 por ese mismo 0Km de alta gama.
Esto implica que, el hecho de tener un dólar retrasado está generando una suerte de "subsidio" de $58.000 por cada unidad de estas características que se comercializa en la Argentina (resultado de la diferencia entre $325.000 y $267.000). 
Lo interesante es que este atraso cambiario que favorece a toda persona que quiera darse el "gustito" de subirse a un auto premium como este, supera a la ganancia neta que logra Carlos trabajando cada año su campo de 100 hectáreas.
Hilando más fino, este sojero de Coronel Suárez -al igual que los más de 30.000 productores que en la Argentina cultivan esa misma superficie-, de la mano de un rendimiento de 2,9 toneladas por hectárea, está cobrando en mano, tras pago de retenciones e impuestos a las Ganancias, unos $50.000 por vender su cosecha.
Es decir, los $58.000 que evitó sacar de su bolsillo Gustavo para comprar su 0Km, beneficiado por el actual valor del dólar, viene a ser incluso un 16% más que la ganancia neta que obtiene un productor como Carlos que alquila 100 hectáreas para cultivar soja.

Lo interesante es que en la Argentina hay muchos "Gustavos" queriéndose dar el gustito de subirse a un 0Km de alta gama: según datos de ACARA, la entidad que nuclea a concesionarios de todo el país, durante los cinco primeros meses se patentaron 732 unidades del Serie 1 y 490 unidades del Serie 3, las líneas más comercializadas de la casa alemana.
Tomando un valor promedio de u$s50.000 para el Serie 1 y de u$s70.000 para el Serie 3, esto arroja que, entre enero y marzo, los más de 1.200 compradores gastaron el equivalente a $373 millones.
Pero, si el tipo de cambio actual fuese de $6,50, tal como pregonan algunas consultoras como el nivel que permitiría minimizar algunas distorsiones, esas ventas hubiesen representado $455 millones.
Esto arroja una diferencia de $82 millones. En definitiva, un "subsidio" con el que se premió a todos los "Gustavos" que adquirieron cualquiera de estos dos modelos entre enero y mayo.
El punto central es que estos $82 millones que evitaron sacar del bolsillo esos apenas 1.200 compradores equivalen a la ganancia neta de 1.640 productores que hoy rentan un campo de 100 hectáreas para cultivar soja cada año.
Por otra parte, dichos $82 millones de "ahorro" representan lo que a su vez están dejando de percibir 6.200 pequeños chacareros que trabajan la misma superficie (100 hectáreas cada uno) por tener que vender su cosecha al tipo de cambio actual y no a esa otra cotización que analistas llaman "equilibrio". 
En efecto: tal como se mencionó anteriormente, las toneladas de "yuyito" logradas con 100 hectáreas, tienen un valor de $50.000 tomando el actual dólar BCRA. En cambio, si se fuese a ese valor "más realista" para la divisa estadounidense ($6,50), los ingresos de estos productores ascenderían a $63.250 por cada uno. 
Ese gap de $13.250 -que no reciben del Estado en su afán de sostener el dólar en los niveles actuales-, multiplicado por 6.200 ruralistas, equivale a los $82 millones de "subsidio" que recibieron las 1.200 personas que se subieron a un BMW Serie 1 o Serie 3 en lo que va del año.

Soja versus Miami
Este beneficio que reciben todos aquellos que compran autos importados queda más que evidenciado en la práctica por el boom que experimenta este sector. Pero estos particulares no son los únicos agraciados. 
También se viene dando un firme y sostenido crecimiento en el número de personas que viajan al exterior.
Si bien en marzo último el Gobierno aplicó un recargo del 20% a la actividad turística, encareciendo el tipo de cambio, los argentinos continúan sintiéndose "tentados" de subirse un avión y cruzar la frontera, dado que la comparación del llamado "dólar turista" la realizan no ya pensando en cuán por encima se encuentra por sobre el tipo de cambio oficial, sino en relación a lo barato que está con respecto al "blue".
El punto clave es que el Ejecutivo subsidia de manera directa una parte de ese "boom": considerando que este año Aerolíneas tendrá un rojo a cubrir por el Estado de $3.300 millones, y que el 70% de las pérdidas corresponden a vuelos a Miami, Europa, México y otros destinos internacionales, esto implica que el Gobierno deberá poner unos $2.300 millones para permitir que turistas  salgan al exterior.
Este aporte "estatal" para que argentinos hagan shopping por Miami o disfruten de las hermosas vistas de Europa, equivale a la ganancia neta que cada año generan 46.000 campos de 100 hectáreas cultivadas con soja.
Puesto en cifras, esto representa cerca de un 25% de la superficie que cada año se siembra en la Argentina de esta oleaginosa. 
Sin embargo, esta es apenas una cara de la moneda: el hecho de que los argentinos perciban que cada vez resulta más barato hacer turismo en el exterior -producto de salarios que hasta 2012 ajustaron por encima de la devaluación-, ha llevado a que los intentos oficiales por desalentar este "éxodo" hayan tenido pobres resultados.
Así las cosas, se estima que este año, de no mediar ningún nuevo recargo, el turismo fronteras afuera "succionará" de la economía unos u$s10.000 millones, una cifra preocupante en momentos en que el Banco Central, mes a mes, viene perdiendo reservas.
Puesto en números, esto representa cerca de un 40% más que los u$s7.000 millones que recaudaría este año el Gobierno en concepto de retenciones a la soja, según estimaciones de la consultora Agritrend.
De alguna manera, así como los sojeros se perjudican por el tipo de cambio, una buena cantidad de turistas argentinos se benefician
"La soja le está sirviendo al Gobierno para cubrir la demanda de dólares por turismo, energía y otras actividades", aseguró a iProfesional Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural, quien además se quejó del doble problema que afecta a los productores: "Están recibiendo muy poco por cada tonelada de soja vendida y, encima, soportan una gran presión fiscal".

Más para autos y viajes, menos para la soja
Para comprobar cómo en la Argentina, tras años de atraso cambiario, con el tiempo se fue beneficiando más a quienes adquieren autos importados o contratan viajes al exterior, que a quienes plantan soja, basta echar una mirada a los precios relativos, en este caso, al nivel de acceso a bienes y servicios en relación al salario. 

En este sentido, allá por 2010, el modelo entrada de gama del Serie 1 de BMW de 5 puertas costaba el equivalente a $143.100 (u$s36.900 a un tipo de cambio de $3,88).
En ese entonces, el salario promedio de la Argentina era de $3.600, de modo que se necesitaban casi 40 ingresos para poder subirse a este vehículo.
En la actualidad, en cambio, una versión similar cotiza a $247.700 (u$s46.300).
Y dado que el salario promedio bordea los $7.600 netos (considerando las últimas alzas), ahora es necesario contar con 32 ingresos para salir de una concesionaria con este auto. Es decir, 8 meses menos de trabajo.
Como contrapartida, el negocio de la soja fue eclipsándose a medida que se profundizó el atraso cambiario y el Gobierno incrementara la presión tributaria.
El efecto combinado de estas dos variables -sumado a las consecuencias negativas del blue-, generó que prácticamente quedaran neutralizados los beneficios de los precios internacionales.
Según un informe del IERAL, en el año 2001, un camión cargado con 28 toneladas de soja equivalían a 16,3 metros cuadrados construidos.
Sin embargo, en la actualidad, pese a que el "yuyito" vale tres veces más que en ese entonces, con este mismo volumen hoy es posible construir 12 metros cuadrados, es decir, casi 27% menos.
En una línea similar, si la comparación se realiza con bienes de consumo, un cargamento sojero que en 2001 permitía comprar 12 canastas básicas, en la actualidad posibilita acceder a 14 de ellas, es decir, apenas 17% más que en ese entonces, aun cuando el precio se la soja se haya multiplicado por tres.
Desde la consultora aseguraron que, además de la pérdida de rentabilidad por la mayor presión inflacionaria, un factor determinante es que los productores tienen a un "socio" que cada vez participa con un porcentaje mayor de sus ingresos: el Estado. Que, valga la aclaración, es ese mismo que "premia" a los "Gustavos" y castiga a los "Carlos". 


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